domingo, 20 de septiembre de 2009

Las comisuras de mis labios se alzaron cuando esbocé una media sonrisa.

—Acostumbraba a pensar en ti de ese modo, ya sabes, como el sol, mi propio sol. Tu luz compensaba sobradamente mis sombras.

El suspiró.

—Soy capaz de manejar las sombras, pero no de luchar contra un eclipse.

Le toqué el rostro. Extendí la mano sobre su mejilla. Suspiró al sentir mi roce y cerró los ojos. Permaneció muy quieto. Durante un minuto pude escuchar el golpeteo lento y rítmico de su corazón.

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